Ayer salí a dar un paseo con mi persona favorita. Antes del confinamiento solíamos tener algún plan en la cabeza antes de salir de casa: una exposición, visitar un sitio concreto, quedar con amigos, comer o cenar en tal o cual sitio. Ayer salir a pasear sin rumbo me hizo feliz. No necesitaba nada más. Todos mis miedos de los últimos días de repente se esfumaron y recuperé mis ganas e ilusión. Esto me hizo plantearme muchas cosas. ¿En qué va a cambiar nuestra vida?, pensábamos. Pues sí, inevitablemente todos vamos a vivir esa nueva normalidad, pero ¿qué nos ha pasado? ¿Qué ha cambiado en nosotros?

Descubrimiento de uno mismo

Todas las personas tenemos todas las capacidades que necesitamos o podemos crearlas. Esta es una oportunidad para descubrir los tesoros que hay en ti, tienes dentro mucho más de lo que crees: más paciencia, más fortaleza, más amor, más entrega, más autodominio…

Y más resiliencia. Es una palabra que estamos escuchando mucho en estos días. Consiste en la capacidad de adaptación de un ser vivo ante una situación adversa. Todos hemos sido capaces de salir adelante, apaciguando un ritmo frenético y unas agendas apretadas para quedarnos en casa 24h con nuestra familia, hemos sido capaces de renunciar y sacrificarnos por nosotros mismos y por los demás.

Hemos salido de nuestra zona de confort, ese estado de tranquilidad en que creemos tener todo controlado para ponernos los pies en la tierra en sólo unas semanas. Y así, sin darnos cuenta, hemos aprendido a reconocer nuestra ansiedad, ira y tristeza, a aceptar nuestros miedos e inseguridades, a gestionar la soledad, a navegar la incertidumbre… en definitiva, nos hemos visto expuestos a transitar el sufrimiento, al que tanto miedo tenemos.

Este aprendizaje nos sirve para el resto de nuestra vida. Todo lo aprendido deberíamos meterlo en nuestra “caja de herramientas” para el futuro que nos depare esta vida que no deja de sorprendernos.

Relaciones con los demás

Dependemos de los demás. Nos lo demuestra, entre otras cosas, el hecho de que los valores más escuchados estos días son la solidaridad, la empatía, la sensibilidad, el afecto, la comprensión, la vulnerabilidad, la capacidad de escucha…

Todo esto me devuelve la confianza en el ser humano, que muchas veces demonizamos. Hemos dejado de admirar a influencers y modas para convertir en héroes a los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Y como héroes pienso (además de todo el personal sanitario y los que se han ocupado de que no nos falte de nada) en padres, madres, hijos, que sacan lo mejor de sí mismos cada día para readaptar rutinas y dar apoyo, tranquilidad y esperanza a las personas que están cerca.

Estas palabras del Papa Francisco me llegaron al corazón: “El resto pasa, el amor permanece. El drama que estamos atravesando en este tiempo nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor.”

“We rise by lifting others”

Robert Ingersoll

La Madre Teresa decía: “si quieres cambiar el mundo, ve a tu casa y ama a tu familia”. Y como familia entendemos a todas las personas que se cruzan en tu camino. Esta situación no permite los “por qué a mí”, si no que nos ha hecho ser conscientes de que todos somos frágiles. Si todos hacemos un pequeño esfuerzo por mirar a los demás con un poco más de amor y de tiempo, en lugar de vivir deprisa, mirando nuestras pantallas, conseguiremos cambiar la manera en la que nos relacionamos con los demás y cómo nos perciben desde fuera.  

Es increíble darse cuenta del efecto que tiene nuestra actitud en la energía que se transmite al ambiente. ¿Quién quieres ser para las personas que más quieres? Tu decides: una fuente de energía y apoyo o alguien que vive deprisa y sin darse cuenta se convierte en un surtidor de quejas y negatividad.

Tiempo y el ritmo frenético

Este parón en seco nos ha hecho pensar a todos en el ritmo frenético al que vivimos, la necesidad de inmediatez y de hacer más y más cosas. Vivimos planeando. Sin embargo, nos ha demostrado que no necesitamos tantos planes distintos, viajar cada mes, gastar por encima de nuestras posibilidades, ni pasar más tiempo fuera que dentro de casa. Todos teníamos esa sensación de “yo no puedo parar” en el trabajo, proyectos, viajes… Nos sentíamos imprescindibles y dueños de nuestra vida.

Sin embargo, ha venido un minúsculo virus a hacernos conscientes de que necesitamos mucho menos de lo que pensamos y también mucho menos de lo que tenemos. La verdadera necesidad es la de desacelerar, por una parte en la forma en la que vivimos, y por otra en la forma en la que nos relacionamos. Necesitamos quitar ruido para hacer nuestras vidas más reales: quitar pantallas, inquietudes absurdas, agobios por cosas que nunca ocurren, preocupaciones nimias por lo que piensan los demás de nosotros mismos… cada uno sabe la mochila que tiene que soltar.

Cada minuto es valioso, pero la calma es oro y nos empeñamos en vivir con prisa. Dedicar tiempo de calidad a las personas que más queremos, a las cosas que nos apasionan y nos llenan por dentro, que nos hacen crecer y desarrollar nuestra creatividad, lo que nos impulsa hacia arriba. Ahí es donde deberíamos invertir nuestro tiempo.

Agradecer y valorar

No hay meditación de mindfulness más eficaz en enseñarnos a vivir el presente como el momento que estamos viviendo. Si estamos manejando esta situación de incertidumbre, es gracias a que somos capaces de valorar cada día como una oportunidad. Estamos aprendiendo a no dar por hecho nada.

Tenemos una situación privilegiada y estamos dentro de un porcentaje minúsculo de la población mundial. Esto nos ayuda a valorar todo lo que tenemos, no sólo en lo material, si no en lo esencial e invisible a los ojos. Si de verdad nos creyésemos esto dejaríamos de quejarnos cada dos por tres.

En las relaciones, valoramos esos espacios seguros que se crean con un amigo, alguien de tu familia o tu marido o mujer, en el que puedes compartir lo que sientes y lo que tienes dentro, y estos ratos se convierten en la mejor terapia. Echamos de menos los besos y los abrazos, pero el calor de sentirse seguro abriéndose en canal no lo cambiamos por nada.

También estamos dando mucho más valor al arte y la creatividad. Desde los más pequeños con manualidades de todo tipo hasta los adultos con las recetas más gourmet, redescubrir hobbies, nuevas formas de divertirse, tiempo para la lectura y la escritura… Cada uno a su manera está alimentando esa parte creativa de cada uno. ¿Qué es lo que más te ha ayudado? Esto puede darte pistas sobre el elemento que buscas dentro de ti: las cosas que te apasionan y con las que desarrollas todas tus capacidades.

Por ello tenemos el deber de pensar en la sostenibilidad, no sólo en nuestra vida, tiempo y relaciones como hemos visto, si no también en el planeta. Nuestros comportamientos tienen consecuencias sobre el medio ambiente y es el momento de tomarnos en serio esta deuda que estamos generando a un nivel aterrador.

Es un buen momento para cuestionarse. Lo que nos define no son las cosas que hacemos, como el trabajo o los viajes, ni cómo nos perciben desde fuera, si no que nuestra esencia es un conjunto de cualidades: qué te mueve, qué te motiva, qué te gusta hacer. Esta reflexión ayuda a reorganizar las prioridades y darles a cada una la importancia que se merecen. En este aspecto, me ayuda mucho pensar qué seguirá siendo importante dentro de 10 años para poder relativizar y ver las cosas con perspectiva. Estos meses de confinamiento pueden pasar por la historia de tu vida como un evento más o como algo que de verdad te ayudó a descubrir quién eres tu, quién eres para los demás y cuáles son tus verdaderas prioridades.

Y tú, ¿en quién te quieres convertir?